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Sin buen calzado ¡Todo cambia!

¡Me equivoqué de zapatos! ¡¡¡QUE HORROR!!!

¿Cuántas veces os ha pasado ? y seguramente, cuando ya era demasiado tarde..

El arte de combinar el look y el buen calzado, es vital para sobrevivir haciendo deporte o bailando en una fiesta.

 

 

 

 

 

Se ha puesto de moda llegar a las fiestas con una bolsa  extra, que contenga una deliciosas bailarinas. Ahora en época de bodas y diversas celebraciones, lo suyo es llegar con taconazo y salir 25 cm. más pequeñas pero felices!.

A los que nos da por el deporte al aire libre, lo peor que nos puede pasar es : EQUIVOCARNOS DE ZAPATILLAS.

Me encuentro a algunos que recorren los montes con sandalias de piscina: ¡QUÉ DAÑO!, QUÉ MIEDO Y QUÉ RIESGO!!!

NO LO HAGÁIS! Los pies, tobillos y piernas pueden sufrir ¡y mucho!

 

 

Lo más parecido a lo que hoy conocemos como zapatillas de deporte comenzó a finales del siglo XVIII.

El primer modelo

Las primeras zapatillas eran muy sencillas, con la suela de goma y la parte superior de lona. En Inglaterra se empezaron a llamar plimsolls, palabra de origen náutico; y en Estados Unidos, en el año 1892, la U.S. Rubber Company creó unas más cómodas, llamadas popularmente sneakers, porque la gente al andar no hacía ruido, y así podrían sneak up on someone (acercarse sigilosamente a alguien).

Estas zapatillas surgieron con la invención del caucho vulcanizado, patentado por la empresa Good Year en el año 1839. El primer precedente de las zapatillas deportivas fueron unos zapatos para jugar al croquet que llevaban los ricos ociosos de entonces y que fueron concebidos en 1876 por la New Liverpool Rubber Company.

 

 

Alicia Romay

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